lunes, 19 de julio de 2010

DIBUJOS E ILUSTRACIONES"EL PIRATA RIN RIG Y LA ISLA DE LA CALAVERA"


EL PIRATA RIN RIG Y LA ISLA DE LA CALAVERA



EL PIRATA RIN RIG Y LA ISLA DE LA CALAVERA.

AUTOR: CARLOS ALBERTO SANCHEZ NARANJO.

Cinco círculos de poder, son la barrera para llegar al tesoro de Rin Rig, enterrado en algún lugar de la isla de la calavera. Rodeando el lugar, tanto en la zona de playas, como en los acantilados del norte, se desplazan nadando las bellas y terribles sirenas, que embrujan y enloquecen con su canto a los navegantes que osan llegar, buscando el tesoro maldito de Rin Rig, el más aterrador pirata que hubiese existido jamás, en todo el Caribe. Yacen allí los restos de cientos de barcos, deteriorándose lentamente por la fuerza de las olas y el acoso del viento y el sol. A su lado los restos de los desventurados marinos, que murieron devorados por las sirenas sin haber logrado siquiera desembarcar en la isla. Una vez en la playa, se divisa una jungla enmarañada, que esconde mil espectros, de espejismos terroríficos, capaces de enloquecer, aún, a los más cuerdos, también allí reposan, restos de hombres, que habiendo podido superar, el hechizo de las sirenas, no resistieron, sin embargo, el círculo de los fantasmas, que gobiernan, el denso laberinto de árboles lúgubres, que parecen emerger, de una pálida y danzante bruma blanca. Adelante, un camino empedrado, lleva hasta una mansión oscura, recortada sobre los cielos grises de la isla, sus moradores, malvados anfitriones de banquetes funestos, envuelven su entorno, con aromas de carnes y festines que atraen, al que tenga el infortunio de llegar allí, para degustar los exquisitos platillos, de carnes de cerdo y res, bestias que recorren, sendos corrales que rodean la casa y que antes, fueron hombres, al llegar hasta éste lugar y, luego de disfrutar las ricas viandas, quedaron reducidos, por el efecto de brebajes demoniacos, a la condición de animales, para ser consumidos luego, por otros, que llegarán después, tentados, por el hambre y la insensatez, de dejarse engañar, por la maldición de la isla de la calavera, el lugar más siniestro de toda la tierra. Ya cerca del afloramiento rocoso, en forma de un cráneo humano, vigilan, expectantes los perros del diablo, negros canes hambrientos, atentos a matar y devorar a todo intruso que se arriesgue a llegar a sus dominios, por último, el círculo mayor, que encierra la calavera rocosa, donde se supone guardó, su tesoro Rin Rig, años atrás, antes de morir. Los cuatro primeros círculos, con los años han podido ser cruzados, no obstante jamás, alguien logró salir con vida, de la gruta siniestra de la calavera, incluso, aún, sobreviven tres hombres que lograron llegar, hasta la entrada, pero sólo porque pudieron huir, cuando sus compañeros de aventura murieron en su interior. Son ellos: Maní, un viejo corsario, tuerto del ojo derecho y con un negro parche de cuero en su ojo faltante, ha intentado llegar dos veces a la isla, Yoré por su parte es un fortachón africano, pirata desde niño, y el brazo derecho de Maní, un año antes, casi logra llegar al tesoro, pero, los gritos de sus cuatro compañeros piratas también, al ingresar a la gruta le hicieron desistir, escogiendo sobrevivir a arriesgarse al igual que su capitán, Lacan el más empecinado en encontrar la riqueza de Rin Rig, apenas tiene veinte años, además de valiente, lo impulsa el deseo de casarse con Isabel, la bella hija de Robert, un rico comerciante de Puerto Royal, que busca casar a su hija, con alguien de su nivel. Intenta volver a conseguir el tesoro y poder pedir la mano de Isabel, a quien ama, sentimiento, que es correspondido le es plenamente por la bella y elegante dama. Dos meses antes Laura Stevenson, madre de Lacan, falleció confesándole un terrible secreto, Su padre era el mismísimo Rin Rig, y además, le entregó un mapa para llegar a la isla de la calavera, de manera segura y también, un diario del pirata, Laura lo tenía desde hacía tiempo, cuando lo recibió de Rig, poco antes de morir, quería que su hijo lo tuviera, pero sólo hasta cumplir veinte años, y aunque Laura, dudó en arriesgar la vida de Lacan, al saber que ya él, lo había intentado, motivado por conseguir el amor de Isabel, decidió, rebelar el secreto a su hijo y entregarle, el mapa y el diario, de aquel que había sido su amante y el padre de Lacan, el mismo Rin Rig, pudo enterarse entonces, el joven aventurero, que toda al isla, estaba encantada bajo el hechizo de Crisolda, la bruja africana, conocedora de las practicas del vudú, había creado, los cinco círculos de poder demoniaco, que el mismo Satanás, sostenía por el pacto con Rin Rig, el pirata, que le había empeñado su alma para proteger el tesoro.
-Lee el diario con cuidado, así tendrás más oportunidad, de pasar los círculos, y lograr llegar al tesoro, pudiendo además, salir de la isla con vida.
Luego de la muerte de Laura, Lacan estudió el mapa que señalaba un camino, entre la playa y el cráneo de piedra e indicaba, un punto en el interior de la misma. Quizás, el lugar donde se hallaba el tesoro, al mirar el diario, encontró un recuento de los abordajes, a galeones españoles y barcos de otras nacionalidades, detallando el oro y demás riquezas, conseguidas con el pillaje en alta mar: cargas de monedas de oro y plata, ídolos indígenas de diferentes culturas, esmeraldas y artículos religiosos, con preciosas tallas, y un sin numero de objetos de gran valor, llevados y traídos, en el comercio entre Europa y América. Se narraba también en el diario, las sanguinarias prácticas de ataque a los navíos, y las numerosas muertes y torturas de los viajeros, también la aplicación, de los códigos piratas, con frecuentes juicios, y ejecuciones por amotinamientos y traiciones. Quedaba claro en el diario de Rin Rig, que su padre había representado, el más alto nivel de la maldad y la crueldad. En la parte final del texto ya amarillento, detalla el ritual efectuado por Crisolda, en la isla de la calavera y donde se levantaron, los cinco círculos de poder demoniaco, tomando como base, el alma de Rig, la cual no descansaría en paz, para proteger, el mismo, su tesoro, con los poderes del diablo, el cual, fue invocado bajo al luna llena, mientras la vieja bruja africana, levantó uno a uno, los círculos, primero los hombres de Rig lanzaron al mar desde la playa, a la señal de la hechicera, cientos de mujer jóvenes, muy bellas y vírgenes, con un terrible conjuro y un canto extraño, el mar empezó a revolverse. Crisolda derramó desde un recipiente negro, sangre humana mezclada, con un brebaje blanco. Poco después, todas las mujeres, empezaron a gritar con frenesí; se hundieron por algunos minutos y al salir a flote, habían nacido por virtud del oscuro ritual, las terribles sirenas, comedoras de carne humana, y puerta de los maleficios de la isla, Una humareda, rodeo por competo, la enmarañada selva tropical, unos kilómetros adelante, y transformó las siluetas de los árboles, en un laberinto de visiones febriles, los troncos y ramas, proyectaban sombras y fantasmagóricas figuras, que parecían atacar, a todo aquel, que se acercara, el miedo despertaría, los temores más profundos de cada hombre, que pudiese llegar hasta este boscoso paraje.
En medio de la noche, la vieja mansión de lord Hamilton, dejaba su ruina, para albergar a John y María Soriano, un matrimonio español, amante de la buena comida y la maldad, la casa albergaría, el lujo y las atenciones, para quienes buscaran, el refugio y la comida, que saciara su hambre, en aquella isla sombría, encantados por la cortesía de los Soriano, las salsas y las carnes, encubrirían el ingrediente, que los transformaría, poco después en cerdos y vacas, que suplirían, la demanda de carne, para los siguientes visitantes. El tercer círculo, para perder la carrera por el tesoro de Rig estaba establecido, y entonces un centenar de perros salvajes, fueron sembrados, en la zona aledaña a la calavera de piedra, hambrientas criaturas, dispuestas a despedazar, a todo lo que se moviera, animal y humano. Más que perros asesinos, en cuatro patas, con dientes fenomenales y agilidad para cazar, a sus presas, los ojos centelleantes de ira, dibujaban una imagen de desproporcionada locura. En la gruta el veneno de mil víboras de las más letales, y diez momias de piratas crueles y sanguinarios, compañeros de Rin Rig, ajusticiados por traición y entre ellos, el cuerpo momificado, del mismo Rig. Allí, se encontraría la clave,
del lugar del tesoro, pero no decía el pirata en su diario, si se encontraba allí mismo, en el interior del cráneo de roca o en otro lugar.
Un escrito a manera de acertijo, relacionaba la forma, como se podría llegar, hasta el afloramiento de piedra en forma de cráneo:

“Las bellas del mar, el canto que mata,
Las olas del miedo, sólo remontarás
Si sordo te quedas.
Al embrujo no creas, es sólo tu mente.
Deja que pasen las sombras, son sombras,
el corazón valiente no será tocado por el temor.
El hambre no te gobierne, no entres en mi casa,
No diluyas tu cordura; en vinos venenosos
y en deleites de involución.
Mira que si corres mueres entre los dientes
de cancerbero, sus fauces destrozan la cobardía,
pero temen al valor. Entra entonces por la cruz,
allí no llega el envenenamiento ni la estaca, que quita la vida,
descubre la clave en la misma piel del hombre.
El enigma, en su papel de difunto te llevará a la riqueza”

Las palabras le decían a Lacan, la forma, de eludir las trampas mortales, sembradas por la magia negra, y el alma perdida de Rin Rig. Ya varios hombres, habían superado los cuatro primero círculos, el mismo Lacan, pero ahora podía hacerlo de la manera fácil, aparentemente.
El fin de semana, era de mercado en Puerto royal, allí consiguió Lacan hablar con Maní, le propuso el viaje, el viejo corsario, tenía un barco algo maltrecho, pero podía, hacer al travesía, lo había llamado”el último infierno” en el había asestado, buenos golpes y se había hecho, con grandes botines, que de igual manera, había despilfarrado con sus piratas, en juergas de ron y mujeres caribeñas. Nada quedaba y ya viejo, sólo tenía como alternativa, para sus últimos años, el tesoro grandioso de Rig. El valor, seguía intacto, lo probaba el ser uno de los sobrevivientes de anteriores excursiones a la isla, habiendo estado tan cerca, la propuesta de Lacan, le resultaba muy provocativa, más aún, con las pistas, que decía tener el joven.
-¿Ya interpretaste esas pistas y el mapa?
-Más o menos-respondió Lacan, pero creo, que a medida que avancemos, podremos comprender algunas cosas, que aún no acierto a descifrar.
-Es cierto, ya estuvimos muy cerca y no podemos perder ese tesoro, o dejar que otros lo consigan, eso sería imperdonable.
-Lacan-interrogó Maní- ¿cómo conseguiste estas cosas.
-Es un secreto, no puedo decírtelo-respondió Lacan.
-y ¿como me garantizas que son auténticos?-y luego agregó- Escucha fui un buen amigo de tu padre en un tiempo, me dijo que tenía un hijo, ¿dime una cosa? ¿Eres el hijo de Rin Rig?
Lacan se quedó en silencio unos minutos y luego, le respondió algo acongojado-¡Sí, soy su hijo! Pero te ruego que no lo digas a nadie.
-cuenta con eso, será lo mejor, ahora entiendo, esto una garantía para mi.
-comprendo Maní, también yo quiero saber algo, aún tienes a tú servicio a Yoré?
-Sí, efectivamente el africano sigue conmigo, es un negro valiente, como tú y yo, no hay muchos como nosotros, pero hay algo que hay que concretar, creo que es lo más importante.
-Creo saber que es.
-Eso mismo Lacan, si pongo mi barco a tú disposición, yo estaré arriesgando más que tú, ¿no es cierto?
-No creo, como máximo, alcanzaras a llegar a la calavera con mucho peligro, ¿pero como conseguirás, ingresar en ella sin perder la vida?
-Tú pones el barco y tú gente, y yo pongo el mapa y el diario con las pistas, si encontramos el tesoro, la mitad será para cada uno, ¿te parece?
-No me parece, ¿y mis hombres, debo repartir con ellos, mi mitad y tú, tendrás tú parte para ti solo? ¿Entiendes la situación?
-Comprendo, y creo que sería justo, que una parte del tesoro, quede para tus hombres, con un porcentaje mayor, para los que ingresen en la isla con nosotros y sobrevivan.
-¿Es un trato?-preguntó Maní.
-Sí, es un trato de caballeros.-reconoció Lacan.
Dos días después, todo estaba listo, el barco, cargado con ron, pólvora y treinta y cuatro hombres, dispuestos a morir en el empeño, de conseguir el mayor tesoro, que jamás se hubiese escondido, en isla alguna del Caribe. Las aguas serenas vieron partir el viejo barco ondeando las velas, como gaviotas aventureras deslizándose por el inmenso manto azul.
Tres noches contemplaron la luna reverberando en el sereno espejo del Caribe, al amanecer del cuarto día avistaron la isla, bella e imponente en el horizonte como un paraíso del mal.
-¡Isla calavera, a la vista!-grito con voz tambaleante el marinero en lo alto del barco.
Muchos se estremecieron, sabían que allí habían perdido la vida, muchos hombres, también algunos de sus compañeros que habían ingresado con Maní en aquella macabra isla, buscando un tesoro que parecía imposible de conseguir.
-Cúbranse todos los oídos-gritó Yoré-sí no quieren morir pronto, en las fauces de las sirenas.
Todos, se introdujeron trozos de algodón, al interior de sus orejas, sólo un pelirrojo pirata, se quedó sin protección, le decían Brio, porque resoplaba como un caballo, cuando se emborrachaba, y era, en ese estado, como se encontraba, y durmiendo luego de beber ron, toda la noche, mientras, supuestamente vigilaba. Mientras la nave se deslizaba, acercándose a la isla, las sirenas, sentadas en las rocas cercanas a la playa, comenzaron a cantar, algunas sonaban caracoles marinos, que dejaban salir un ritmo sublime e hipnótico, que sin embargo los hombres del “último infierno” no escuchaban, así se prevenían, del asedio de aquellas bellas, pero mortales mujeres del mar, con colas de pescado azules y verdes. En un momento Brio, despertó como por encanto, con las endiabladas canciones de las sirenas y corrió por la cubierta, nadie pudo detenerlo cuando se arrojó por al borda, el mar lo recibió, y minutos después, fue rodeado por las bellas mujeres; mitad humanas y mitad peces, el efecto del licor no le permitió comprender bien lo que pasaba, entonces sintió los colmillos y garras de aquellos monstruos del mar en su cuerpo, sus gritos acompañaron a una dolorosa muerte, gritos que sus compañeros de viaje no escuchaban, pero, si podían ser testigos, de su dramática muerte, como preámbulo de las terribles cosas, que iban a pasar en aquel paradisiaco, pero maligno lugar, que era la isla de al calavera. Bajaron del barco una vez lo anclaron, en ocho barcazas de madera y rápidamente desembarcaron, arrastraron las barcazas hasta un lugar seguro de la misma playa, y allí se reunieron una vez sacaron los tapones de sus oídos, allí los convocó Maní para darles instrucciones.
-De su cordura y capacidad para seguir al pie de la letra mis instrucciones depende que regresen todos con vida, quien no lo haga será responsable de su seguridad. Recuerden, no daremos vuelta para salvar a nadie, y no recogeremos cadáveres para darle cristiana sepultura, eso no lo haremos, quien caiga en alguno de los círculos que envuelven la isla, ahí tendrá su tumba y de allí directo al infierno, pues nuestra ambición nos salva o nos pierde para siempre. Entendieron.
-Sí, entendimos.-gritaron en coro los hombres-con voces de miedo y valor a la vez.
-¿Que sugieres?-pregunta Maní a Lacan.
-sigue el bosque maldito, todos deben pasar, sin detenerse-les informa a todos con voz de autoridad Lacan-nada de lo que vean, es real, son sus propios miedos, nada allí, es un peligro real, quien se deje atemorizar perderá la cordura y con ella la vida, así que sólo caminen rápido, no se detengan.
Dos hombres murieron allí, cuando perdieron la razón, ante las imágenes de sombras y fantasmagóricos personajes, que les salían al paso, caras espantosas de monstruos y terribles bestias, semihumanas, las imágenes de familiares muertos, gritos y sonidos nunca escuchados, ambos hombres corrían como locos, uno de ellos, aún muy joven, cayó como fulminado, mientras se apretaba al cabeza, el otro, uno de los cocineros de Maní, rodó por la arboleda y se golpeó con una gran roca, todos los demás pasaron corriendo, aguantando sus propios temores inmersos en aquellas visiones espectrales.
Ocho hombres quedaban, sudorosos y temblando, incluyendo a Lacan, aunque era una experiencia ya vivida, seguí a siendo terrible como la primera vez, La madre de Lacan se había atravesado mientras intentaba pasar la jungla, sus amigos muertos en la travesía anterior, sus miedos de la niñez, otro tanto pasó a Maní que pudo ver las viejas batallas en el mar, la sangre y la presencia de viejos fantasmas acechándole.
Se tiraron al suelo respirando con fuerza, y trataron de recobrar el aliento, luego de un rato, miraron las luces en al casa a pocos kilómetros, se incorporaron y recibieron la orden de pasar de largo, en lo posible aguantando la respiración, para evitar deleitarse con los aromas de la comida de la suntuosa mansión de los Soriano. Casi al pasar todos, Mitre el más viejo se regresó, el embrujo de los aromas, le llevó corriendo hasta la casa-no lo hagas le gritó Lacan-regresa le ordenó-no le escuchó.
-Déjalo-le dijo Maní-estaba advertido, pero sus sentidos lo engañaron, nada podemos hacer, si vamos allí para salvarlo, nos perderemos todos. Vamos.
-Sí, es cierto, continuemos, ahora sólo quedamos siete.
Ya habían sido advertidos de los perros, con la lectura del texto del diario:
“Mira que si corres mueres entre los dientes
de cancerbero, sus fauces destrozan la cobardía,
pero temen al valor”
-No deben correr pasemos despacio, si los perros sienten nuestro miedo y corremos nos despedazaran, así pasó cuando vinimos anteriormente, aquí murieron nueve hombres, sólo sobrevivimos los que estuvimos calmados a pesar de al fiereza de estas bestias, que intentaban intimidarnos para poder atacarnos. Espero que nadie pierda la cordura, caminen despacio, recuérdenlo.
Pocos metros adelante, los perros se lanzaron contra ellos, tres hombres se devolvieron aterrorizados y los perros les dieron caza en poco tiempo, despedazándoles en medio de sus gritos lastimeros. Lacan y Maní se quedaron quietos mientras los perros los olfateaban y les mostraban los dientes con furia los otros dos hombres caminaban despacio resistiendo los gruñidos de las bestias así hasta lograr subir en la cima rocosa, allí los perros se quedaron quietos con frustración de las presas perdidas y poco después se devolvieron hasta el interior de su círculo. Extenuados se dejaron caer pesadamente en el suelo frio de piedra, Maní creyó desfallecer, Lacan respiro con tranquilidad-empieza lo peor-mientras suspiraba agotado.
-Sí-confirmó Maní.
-Otra vez aquí-afirmó Yoré-esta vez tiene que ser, no estoy dispuesto a repetir esta maldita situación.
-Tampoco yo-agregó Maní, otra vez me matará.
-Debemos llegar hasta el final, como sea- dijo con determinación Lacan-no habrá otra oportunidad-concluyó.
Ahí estaban a pocos metros de la calavera, la boca era un oscuro hueco que manaba una blanquecina bruma. Lacan leyó el texto del diario un par de veces:
“Entra entonces por la cruz,
allí no llega el envenenamiento ni la estaca, que quita la vida,
descubre la clave en la misma piel del hombre.
El enigma, en su papel de difunto te llevará a la riqueza”

-¿Que crees?-preguntó a los demás.
-La cruz debe ser un camino-dijo Yoré-creo
-Debe ser, entremos pues-ordenó Maní, mientras se incorporaba para entrar. Entraron los cuatro despacio Maní había encendido una lámpara, ya era de noche y la cueva de piedra, estaba cubierta de una bruma espesa, el suelo se sentía mover.
-Mira,-dijo Lacan-son víboras, cuidado las pisas… ¡ves ahí ¡
-¿Qué?-pregunta Maní.
-Es una plataforma de piedra, es la cruz, subamos ahí.
-Vamos dice Maní, todos suban ahí no pueden subir las serpientes.
Los hombres se apresuran a colocarse, arriba de la cruz de piedra y se desplazan hacia adelante, abajo la luz de la lámpara ilumina varios esqueletos humanos, esparcidos por el suelo, algunos están atravesados por estacas, sobre las osamentas se arrastran lentamente las víboras. Al llegar al fondo el reflejo de luz dibuja el contorno de varias momias once en total con la que se dice es el cuerpo de el mismo pirata Rin Rig, al acercarse, Lacan mira detenidamente las momias formadas contra la pared de piedra de la cueva.
-¿Qué miras?-le interroga Maní.
-Busco la momia de Rig-debe ser ésta-señalando la que se encontraba en medio-¿es él?-pregunta a Maní, quien lo conoció en vida.
-No sé, podría ser, espera recuerdo que tenía, una herida en su brazo derecho.
-Sí, dice Lacan, aquí está, debe ser él, ayúdame a buscar un tatuaje en su piel, el texto del diario habla, de piel del hombre y del papel del difunto.
-Es cierto, de veras que eres bien inteligente, no lo habría pensado.
Los cuatro hombres buscan en el cuerpo disecado de Rig, pero no logran encontrar nada.
-Esperen-dice Yoré-busquemos en su espalda.
-Buena idea –aprueba Lacan-al girar al momia y recostarla en el suelo de piedra, visualizan un mapa de al isla, con una cruz roja en unos árboles que están a los lados de la gruta. Otra cruz roja aparece en la casa de los Soriano.
-¿Qué es esto?-grita Maní.
-No sé-busquemos afuera.
Dos árboles de aspecto tétrico, con ramas secas y bajas se doblan por el peso de cientos de calaveras.
-Debe ser una broma del maldito Rin Rig-afirma molesto Maní.
-Espera-dice Lacan-mientras se acerca a uno de los árboles, de una rama baja toma uno de los cráneos, empieza a mirarlo detenidamente, saca su cuchillo y empieza a raspar despacio, los demás lo miran extrañados.
-Lo encontramos-dice.
-¿Qué dices lacan?-pregunta Yoré.
-Mire-dice-mostrando la superficie raspada.
-Oro-dice Maní-oro, el maldito convirtió su oro en calaveras, bajémoslas todas.
Todas las calaveras eran de oro y estaban cubiertas de una sustancia blanca y gruesa, una fortuna en oro.
Un grito macabro se escuchó, tan pronto la última calavera fue bajada.
-Es el alma de Rin Rig-dijo Maní, la amarró a su tesoro, pero por fin descansará en paz, traigan su momia ordenó, Yoré y Marú el otro hombre, ingresaron en al gruta y sacaron la momia del malvado pirata, ya afuera, incendiaron la momia, y mientras esta ardía, elevaron una oración, en ese momento se escuchó de nuevo el grito, que hizo temblar a todos allí. En ese mismo momento un ruido estremecedor, hizo temblar toda al isla, todos cayeron al suelo, poco después, hubo un gran silencio, nada se escuchaba, al amanecer, descendieron los cuatro hombres, los perros no estaban, y al llegar hasta la mansión, encontraron varios hombres deambulado por los alrededores, eran los sobrevivientes, que ahora volvían desde su condición de bestias a la de humanos, luego de romperse el encantamiento, entre ellos estaba el cocinero de Maní, que corrió a abrazarles aún temeroso. Las puertas de la mansión, ahora nuevamente en ruinas estaban abiertas, ingresaron con sigilo, y al bajar hasta el sótano, llevados allí por un intenso brillo, encontraron el resto del tesoro, como lo indicaba el mapa, tatuado en la momia del pirata Rig, quedaron estupefactos ante al magnitud de la riqueza, la misma tendría que ser transportada hasta el barco entre todos con la ayuda de algunos hombres que se habían quedado esperando en la embarcación. La isla de la calavera, ya no estaba bajo el influjo de los cinco círculos de la maldición, con el descubrimiento del tesoro y la destrucción de al momia de Rin Rig, se había desvanecido la fuerza maligna con la que había sido protegida. El tesoro se repartió en tres partes, una para Maní que pudo retirarse de su vida de pirata, para dedicarse a la plantación de caña que había comprado, en la isla de Cuba, la otra parte quedó en manos de la tripulación del “último infierno” y la tercera parte para Lacan, quien pudo casarse con Isabel con la aprobación de su ambicioso padre, que al ver las inmensas riquezas de Lacan, no pudo más que aceptar con ambiciosa alegría a su nuevo yerno.