viernes, 27 de agosto de 2010

EL ARBOL DEL MAL.






En el jardín, del palacio del reino del ensueño, se levanta, un gran árbol, cuyos frutos son manzanas de oro, las mismas, que han sido la muerte, de aquellos infortunados, que han tenido la osadía, de hacerse, con alguna de ellas. En un comienzo, la ambición, llevó a muchos, a tomar las manzanas, luego de lo cual, la gente aparecía muerta, así ocurrió, durante algún tiempo, hasta que el miedo, obligó a todos en el reino, a mantenerse alejados de las mortales manzanas de oro, de esa manera, las frutas relucientes al sol, rodaban por el suelo, pues nadie, ni los jardineros reales, se atrevían a levantarlas, la gente murmuraba, que aquel, árbol había sido sembrado, por el mismo Satanás, para tentar y matar, a todos los codiciosos. Nadie podía disfrutar, de aquella fortuna, eso, hasta que, pasados algunos años, llegó al reino, un extraño sujeto, al que luego apodaron, la sombra pues; vestía una capa negra sobre su indumentaria oscura, que lo hacía parecer, un ser siniestro. A los pocos días de instalarse y a pesar de ser advertido, por los jardineros del castillo, cargó en un costal, un sinnúmero de manzanas, ante al vista atónita, de los guardias y demás trabajadores del castillo, luego, salió apresuradamente, hasta perderse por el camino que llevaba hasta la aldea.
-Pobre hombre, debe estar loco, o quizás quiere suicidarse así-afirmó el jardinero algo desconsolado.
Un par de días más tarde, regresó al jardín, para continuar recogiendo manzanas de oro, nadie lo podía creer, el hombre estaba vivo, ¿Cómo había podido romper el maleficio?
-Oye ¿cómo lo conseguiste?- preguntó el jardinero.
Nada respondió, sólo levantó la cabeza para mirarlo fijamente, con una llama de furia en sus pupilas. Luego de llenar el costal, se alejó apresuradamente, con dirección a la aldea, algunas personas, lo siguieron curiosas y pudieron ver, como ingresaba, en la vieja casa que había rentado, el mismo día de su aparición. Muchos, se quedaron montando guardia, pero nunca lo vieron salir, en la noche cuando ya nadie velaba, salió sigilosamente de la vivienda y se deslizó, ágilmente por las empedradas callejuelas.
Casi simultáneamente, empezaron a desaparecer algunos niños, los huérfanos y chicos, que no permanecían vigilados por sus padres, no se volvían a ver, no fue sino, hasta que desapareció, el hijo de una dama de la corte, cuando se dio, la voz de alarma, una semana mas tarde, comenzaron a encontrarse, los cuerpos en el bosque y en las orillas del rio azul, que bordeaba la población, las gentes se aterrorizaron, al evidenciar que los chicos, eran encontrados, sin una gota de sangre. El mismo rey, ordenó una investigación, pero pasados los días, los pequeños, seguían desapareciendo y todo esfuerzo por descubrir lo que pasaba, era infructuoso, algunos pobladores, se habían marchado a otros lugares, pues temían que sus hijos, también corrieran con la misma suerte, de los ya desaparecidos.
Los consejeros del rey, pidieron al monarca, permitirles iniciar un viaje a las montañas del norte, pues allí, moraba en una gruta el sabio León, del que se decía, todo lo sabía y quizás, podría ayudarlos a resolver tan terrible situación.
-¿Cómo saber si ese hombre, existe realmente?-les interrogó el rey.
-Yo mismo lo visité hace algunos años -respondió Tomás, el más anciano de los consejeros-en esa época, me ayudó, a alejar una terrible enfermedad del reino, cuando su majestad, aún era un niño y reinaba su sabio padre; el rey Guillermo, si sobrevive-dijo-habrá alguna posibilidad, igual, no tenemos nada que perder.
-Es cierto-reafirmó el rey, está en juego la vida de nuestros niños y el futuro de éste reino, si esto continua, todos los habitantes abandonaran la aldea y el castillo mismo.
Muy temprano, los siete consejeros partieron, al largo y peligroso viaje, luego de salir del bosque, siguiendo un tortuoso camino, ascendieron a las montañas nevadas del norte, donde vivía León el extraño y ermitaño sabio, al que ya había recurrido Tomás, cuando años atrás cuando otro mal, asoló el reino y gracias, a su ayuda y a un extraño brebaje, que León le dio, mucha gente, pudo salvar su vida. Ahora Tomás, era un hombre viejo, menos temeroso, pero más cansado, aunque dispuesto a ayudar a su gente, la memoria, no le fallaba y sabía que al llegar a una cima, con tres picos, encontraría la gruta. El viaje, casi, les había arrancado la vitalidad y al cruzar la entrada de la gruta, encontraron un esqueleto.
-¡Mira! Tomás- dijo uno de los consejeros- creo, que hemos perdido el tiempo, éste debe ser el sabio León, debió morir hace mucho.
Te equivocas, aún no me ha llegado el tiempo-contesto León, saliendo como un fantasma, desde el interior de la gruta.
Los siete hombres, se asombraron al escuchar la grave voz, y al observar la presencia del anciano hombre, de barbas largas y blancas.
-Gracias a Dios León, eres nuestra última esperanza, no hubiera venido, si no estuviera en peligro, el futuro de las gentes del reino del ensueño.
-Lo sé, conozco el peligro, que ronda a tu gente, pero ahora, deben descansar síganme.
Junto a una hoguera, comieron una carne magra, que León les ofreció y bebieron un vino amargo, de un recipiente de cuero, estuvieron en silencio y luego Tomás le dio a conocer la situación.
-¿Puedes hacer algo por nosotros?
-El problema, comienza con las manzanas de oro-dijo León.
-¿Cómo es eso?
-Las manzanas de oro –dijo León-están malditas, eso lo sabes, provocan la muerte, de quien las toma, sólo un hombre pudo conseguirlas sin morir.
-Eso es cierto, ¿acaso ese hombre?
-Sí, el es el responsable-afirmó León.
-Debimos pensarlo, que tontos, ese hombre es muy extraño, la gente lo llama la sombra, además, con su llegada comenzaron los desapariciones. Algunas personas si insinuaron que aquel hombre, podría ser el responsable pero, nunca se le vio cerca de los niños, ni de nadie a decir verdad, sólo se le veía, cuando ingresaba al jardín del palacio, a tomar las manzanas, luego, iba a su casa y no se le veía salir de nuevo.
-Ese hombre-dijo León-sale en las noches, y en el día, cuando así lo requiere, sus víctima no pueden verlo, las manzanas le llenan de poder, por eso las busca, durante mucho tiempo las buscó, quien puede vencer su maldición, adquiere inmensos poderes, como el de la invisibilidad, y el poder de matar con la mirada, así logró, quitar la vida a los niños, le fue muy sencillo.
-¿Pero quién es y cuál es el motivo por el que asesina niños?
-Es un terrible hechicero llamado Helman.
-¿Lo conoces? Pregunta Tomás.
-Sí, fue mi amigo en otro tiempo, pero su ambición de conseguir poderes y riqueza, lo perdieron y lo llevaron a la magia negra, la semilla de Satanás, dio lugar, a tres arboles maléficos, que están en lugares distantes uno del otro, todos tienen frutos terribles, que matan, pero a la vez, llenan de poder, a quien sabe como neutralizar la maldición, sólo un hechicero poderoso, como Helman, sabría hacer uso de las manzanas.
-¿Quiere decir eso, que no podemos librarnos de ese hombre?-preguntó alarmado Tomás.
-Será difícil, pero él al igual que todos los seres humanos, por poderosos que sean, tienen su talón de Aquiles.
-¿Cuál es?-pregunta Duma, uno de los consejeros del rey.
-Deben, despojarlo de las manzanas, sólo así, perderá el poder adquirido-indicó León.
-Espera, León, aún no nos has dicho ¿porque asesina los niños?
-Helman sabe, que la sangre de los niños, rompe la maldición de las manzanas, en un barril, que llena con la sangre de los infantes, neutraliza el maleficio, sólo que debe ser sangre fresca cada vez, de allí que debe matar con frecuencia.
¿Cómo le quitamos las manzanas, si al tomarlas, podemos morir?- Interroga Duma.
-No es así, una vez sumergidas en la sangre, las manzanas, pierden el maleficio, ya lo dije, pueden tomarlas y así, despojarlo, de aquello que le genera poder, la manera, es que en la mañana, cuando vaya al jardín del castillo, para conseguir las manzanas-aclaró León-ingresen a la casa, donde habita y retiren las manzanas, luego, deben enterrarlas, para que no pueda detectarlas, además, deben también echar, en el barril azufre y sal, las manzanas no serán entonces, neutralizadas y su poder maléfico lo matará.
-¿Pero si es un hechicero, como dices, muy poderoso, podrá detectar lo que intentamos hacer?-interrogó preocupado Tomás.
-No, ni la telepatía ni la premonición, han sido conseguidas por Helman, si no se le detiene, llegará a ser invencible, eso lo se, deben ser cuidadosos, lo que van a hacer, es riesgoso pero no veo otra forma, si logran destruir a Helman, habrán liberado a su reino y al mundo de un terrible mago negro, no saben, todo el mal que ha causado. Ya es hora que pague, por sus crímenes.
Agradecidos regresaron, al tercer día de su llegada y luego de haber descansado, planearon la estrategia, aquella mañana, como de costumbre Helman ingreso al jardín, Tomás, en persona con Duma, siguiendo las indicaciones del sabio León, cargaron en tres sacos, las manzanas y
llenaron los del mago con manzanas normales, para que no sospechara, en el barril lleno de sangre aún fresca de algún infortunado niño, vaciaron azufre y sal, la cual, revolvieron, para no dejar indicios. Afuera, dos guardias, recibieron los sacos y en un paraje lejano, del bosque los enterraron. En las horas de la noche, un terrible grito se escuchó, las gentes, aún con temor, salieron de sus casas, pudiendo observar al hombre, al que llamaban la sombra, arrastrarse por una callejuela, de su boca y nariz, salía sangre profusamente.
-Malditos, malditos-repetía, alcanzó a llegar unos metros adelante y se desplomó, bajo su capa nada, se encontró, era como si se hubiera esfumado, el rey convocó a su pueblo, para darles a conocer lo acaecido, y como, se había podido librar el reino, de aquella terrible maldición. Los sacos, fueron desenterrados y las manzanas vendidas, para compensar a las humildes familias, que habían perdido a sus hijos a manos de Helman, en el cementerio, se levantó una estatua de mármol, con la figura de un ángel, en honor, de todos los pequeños sacrificados. El árbol, fue quemado con azufre como indicó León, ardió por tres días y mientras se quemaba, se oían unos atemorizantes alaridos, como si una fiera agonizara, al final, el árbol se desplomó y sus cenizas fueron arrojadas al río, quedando, sólo un doloroso recuerdo del árbol del mal, que decían había sido sembrado por el mismo Satanás.